Vive Latino
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Viva Vive Latino, por muchos años más

Hoy tenemos resaca. Pero de ese tipo de resaca que no duele; de la que deja buen sabor de boca y el estómago con la sensación de haber vivido algo grande. Algo del tamaño de Vive Latino, el famoso festival mexicano que por fin ha podido celebrar su primera edición europea en Zaragoza tras superar la sombra de la pandemia y sufrir la cancelación de uno de sus principales reclamos, el de Bunbury.

En líneas generales, nuestra valoración de Vive Latino ha sido sobradamente satisfactoria. La organización ha realizado un notable trabajo y el espacio de la Expo estaba perfectamente acondicionado para la celebración de un evento de esta categoría. Los accesos fueron ágiles en todo momento y, salvo lógicas excepciones teniendo en cuenta las dimensiones y características del festival, no se sufrieron aglomeraciones importantes. Por supuesto que hubo puntos por mejorar, pues todos coincidimos en que las colas para los espacios de restauración se hicieron demasiado largas y los accesos a los servicios fueron en ocasiones un poco caóticos e incluso conflictivos. Pero estos aspectos solo serán realmente preocupantes si se repiten en futuras ediciones de las que, por otra parte, ya suenan campanas. 

Como decíamos, nosotros disfrutamos enormemente del festival y, aunque no pudimos asistir a todos los conciertos, una veces por incompatibilidad de horarios y otras por simple gusto musical, le dimos un buen repaso desde la tarde del viernes hasta pocas horas antes de la salida del sol el domingo.

Primer día. Sol, clásicos y buen sabor de boca

Eran las seis de la tarde cuando pusimos el pie en el recinto. El sol era de justicia y se escuchaban acordes de música a lo lejos, eran Sidonie actuando en el escenario principal. Antes de ellos, Miss Cafeína habían sido los encargados de inaugurar Vive Latino. Lo primero que hicimos fue inspeccionar el terreno, dar una vuelta de reconocimiento para ubicar las barras, los espacios de gastronomía y los baños y ver las enormes calaveras pintadas que daban forma a la exposición “Mexicráneos”.

Al poco rato, estábamos al pie del escenario donde tocaban Babasónicos, veterano grupo argentino que ofreció un desenfadado recital que sonó a rock, a psicodelia y a funk. El final de su actuación coincidía con la primera velada de lucha libre mexicana, así que nos apostamos frente al ring para ver cómo los cuatro púgiles se enfrentaban en un duelo de acrobacias, golpes y vaciles. Nuestro favorito, Cuchillo, no superó la ronda eliminatoria, qué se le va a hacer.

Tras este breve lapso de violencia teatralizada, seguimos con los conciertos. Coque Malla son palabras mayores. Es veteranía, es actitud y es un repertorio en el que caben temas de su época en solitario y clásicos de Los Ronaldos, a los que dio un notable repaso antes de cerrar la actuación con la ayuda de Kase-O. A continuación llegó la primera gran sorpresa de la jornada: Mon Laferte. Habíamos oído hablar maravillas de esta artista chilena y también habíamos escuchado algo (poco, más bien) de su repertorio, pero no conocíamos su presencia escénica ni la potencia de su voz en directo. El concierto fue una gozada de ambientación clásica, con una Mon pletórica, copa de vino en mano, y con la participación de Silvana Estrada, que había terminado su actuación en el escenario Vuse poco tiempo antes.

Mientras los acordes de Taburete sonaban desde cerca, nos acercamos hasta el más modesto de los escenarios para ver qué podían ofrecernos Aterciopelados. La curiosidad que sentíamos por ver a este veterano grupo colombiano en directo era mucha y, desde luego, no defraudaron. Héctor Buitrago demostró su sobresaliente dominio de la guitarra y Andrea Echeverri dejó bien claro que sigue en plena forma, que le gusta Enrique Bunbury, que ama su cuerpo (el de ella misma) y que es una auténtica bestia escénica capaz de meterse al público en el bolsillo mediante actitud y anécdotas contadas con descaro y desparpajo.  

El siguiente turno fue para León Benavente. Ya desde la barra donde estábamos pidiendo unas cervezas nos llegaba el impactante muro de sonido del grupo, que sin duda ofreció la actuación más intensa de la jornada. Desde la pista del anfiteatro del escenario Ambar el juego de luces era espectacular, y el sonido de la banda capitaneada por Abraham Boba fue apabullante, mucho más compacto y contundente que lo que sus grabaciones en estudio reflejan.

Después de este concierto decidimos tomarnos un periodo de descanso mientras Love of Lesbian tocaban en el escenario principal. Su música fue el telón de fondo para comer algo y reponer fuerzas antes de cerrar la noche con Molotov. Teníamos ganas de ver a los mexicanos, pues todos pertenecíamos a esa generación que vivió su irrupción internacional en aquel ya lejano año 1997. Y Molotov no solo no defraudaron sino que fueron más allá; deslenguados, satíricos, críticos y ante todo cañeros, su actuación fue todo un ejemplo de veteranía y principios inquebrantables.

Para nosotros, este fue el cierre de la primera jornada. Mientras abandonábamos el recinto, Vetusta Morla aglutinaba a una enorme cantidad de seguidores a su alrededor y todavía faltaban por saltar a escena R de Rumba y Sho Hai. De camino a casa nos llegó la noticia de que Bebe se había visto obligada a cancelar su actuación del día siguiente por motivos de agenda.

Segundo día. Una jornada con sabor local

De nuevo el sol y el calor de Zaragoza en su más pura esencia. Pero eso importa poco cuando a las seis de la tarde Mikel Erentxun se encuentra enfrente de ti sobre un escenario al aire libre. Es notable cómo el paso del tiempo parece ser indiferente a la presencia de este veterano músico y de sus composiciones, ya sean las de sus discos en solitario o las de su etapa con Duncan Dhu.

En este punto, hay que hacer una especial mención a la providencial aparición de una nube que tuvo a bien mitigar un poco el efecto del sol.

Y más lucha libre. En esta ocasión se decidían los dos púgiles que pasarían a la final por el cinturón de Vive Latino Zaragoza. El combate fue encarnizado, con una especial saña hacia la figura y las partes nobles de Prometeo en la que también participó de forma activa el teóricamente imparcial árbitro, o referí, Copetes Salazar. Finalmente, Míster Vive Latino y el maltrecho Prometeo pasaron a la final.

A continuación, Carlos Sadness e Iván Ferreiro fueron los encargados de poner la banda sonora en los dos escenarios de mayor tamaño mientras Instituto Mexicano del Sonido protagonizaban una auténtica fiesta latina en el escenario Vuse.

A las nueve llegó el turno de Amaral, probablemente uno de los conciertos más esperados de todo Vive Latino. Los clásicos de su discografía se alternaron con las nuevas composiciones a lo largo de una actuación que se hizo breve y a la que el público respondió coreando todos los temas y volcándose al máximo con la voz de Eva Amaral y la guitarra de Juan Aguirre que, arropados por una banda de primera categoría, demostraron estar en plena forma. En un momento dado, Eva tuvo el detalle de desear una pronta recuperación a Enrique Bunbury, a quien sustituyó en el cartel tras anunciar este que abandonaba la actividad escénica por motivos de salud.

Como apunte personal, debo agradecer que las únicas cuatro personas más bajas que yo que había en todo Vive Latino tuviesen a bien colocarse delante de mí durante este concierto.

Mientras la multitud que Amaral había convocado se disolvía en varias direcciones, echamos a suertes cuál sería el siguiente paso. Los ganadores fueron Caligaris y su fiesta de charanga y circo al más puro estilo argentino. Hay que destacar que su música hizo que los pies de este redactor, un ser prodigiosamente arrítmico y alérgico al baile, comenzasen a moverse y a separarse del suelo de manera torpe pero sorprendente. Al finalizar el espectáculo, todavía nos dio tiempo a escuchar algunos de los grandes éxitos de Leiva en el marco de una llamativa escenografía que simulaba una caja de luz monocromática dentro de la que los músicos quedaban transfigurados como sombras en movimiento.  

Los siguientes en actuar fueron Rulo y la Contrabanda; un ejercicio canónico de rock clásico, sin fisuras ni sorpresas, durante el que el cántabro demostró tablas, actitud y pasión por lo que hace. Y luego llegó el turno de Kase-O y su Jazz Magnetism para poner de nuevo patas arriba el escenario Nautalia con una música impecable fruto de una fantástica banda de jazz y los fraseos, discursos y bailes anárquicos del propio rapero zaragozano. Para muchos este fue el cierre perfecto para el festival. Nosotros, en cambio, decidimos aguantar un poco más y tomar la última cerveza mientras las Kumbia Queers actuaban a escasos metros de la puerta de salida.

Hasta el año que viene, ojalá

Día y medio después de su finalización, con la experiencia ya madurada y digerida, podemos afirmar que Vive Latino es una oportunidad que Zaragoza no puede dejar pasar si quiere recuperar el estatus escénico del que gozó en pasadas décadas. Por supuesto que hay aspectos que pulir, eso es casi lógico en la primera edición de un evento como este, y que siempre habrá quienes critiquen iniciativas de este tipo, pero desde Clic Zaragoza esperamos que la presencia de Vive Latino en la ciudad no se convierta en una anécdota más y la música pueda inundar el espacio de la Expo año tras año.

Por cierto, enhorabuena a Prometeo por su victoria; que el cinturón te aguante muchos años, campeón.

Algunos vídeos de Vive Latino